En la emblemática Aula Magna de la Universidad Federico Santa María (USM) de Valparaíso, se presentó la connotada pianista chilena Edith Fischer (1935), dando inicio a su nueva gira europea, y con el mismo y exigente programa de sus presentaciones internacionales.
La figura de la maestra Fischer es icónica, tanto por su gran talento como a una privilegiada formación directamente transmitida por Claudio Arrau. Multipremiada en importantes concursos como el Dinu Lipatti (Londres) y München, fueron plataformas inmejorables para una carrera con presentaciones en grandes salas de varios continentes, con orquestas y directores de primer rango.
Reconocida ha sido su labor pedagógica, fundamentalmente desarrollada en Suiza, país donde se radicó por décadas. Y en los últimos 16 años, en su natal Chile, donde ha vuelto a residir, sin estridencias ha volcado su larga experiencia para transmitir sus conocimientos a jóvenes generaciones, amén de presentarse continuamente en regiones, validándola como una fiel exponente de la territorialidad en la difusión musical. Así, con irreprochables méritos, amerita ser justipreciada como la Decana del Piano en Chile...
Empero, ha sido inexplicable su ausencia durante muchos años en ciertos espacios como el Teatro Municipal capitalino, especialmente en el ciclo Grandes Pianistas o como solista en la Filarmónica, aunque presente en el Ceac de la Universidad de Chile (Sinfónica y Ciclo de Piano), Orquesta de Cámara de Chile, y en la Universidad de Santiago como solista con la Orquesta Clásica Usach.
La presentación en la USM congregó una importante cantidad de público, a pesar de la fuerte lluvia y viento imperante, en buena parte debido a la relevante trayectoria de la maestra Fischer, asimismo a lo convocante del repertorio, más una directa respuesta a la alicaída oferta de conciertos en Valparaíso y Viña del Mar ante los estragos de la pandemia, básicamente debido a la desidia de sendas autoridades edilicias por reactivar orgánicamente la actividad musical clásica…
Con impresionante lucidez y maestría, Edith Fischer deslumbró con un programa de bestiales exigencias, ofreciendo entregas de gran valor agregado, con profundidades interpretativas raras veces experimentadas, amén de una técnica de ejecución de rotunda solidez. Sin embargo, al tratarse de un riesgoso programa, hubo puntuales sinuosidades, aunque jamás afectando el todo…
Comenzó con una arrebatadora entrega de la Fantasía N° 3 en re menor KV 397 de W.A. Mozart. De insondables profundidades, esta obra requiere de una madurez interpretativa superior. Admirablemente servida por la decana maestra Fischer, desentrañó pasajes raras veces advertidos, y con magnífica calidad de sonido, empáticos tempi más un gran sentido del legato. Seguidamente, dando término a la primera parte, una idiomática versión de las Variaciones sobre un tema de Händel, de J. Brahms. Con soberana autoridad, la versión de la decana pianista traspasó todo umbral de lo imaginable en auscultar las complejidades de la obra, donde la comprensión del discurso interno subordina, sin concesiones, los requerimientos técnicos, en sí inmisericordes. No obstante algunas singularidades, jamás se perdió la claridad discursiva, donde la riqueza armónica discurre hacia espacios sonoros insospechados, y adquiriendo, en momentos, dimensiones orquestales, labor sabiamente discernida por la decana maestra en cuanto imprimirle una debida amabilidad pianística. Grandes logros en la administración del tempo, hermoso toucher y magníficas gradaciones de planos sonoros.
Luego del titánico requerimiento de la primera parte, la segunda comenzó con una sentida versión de la entrañable Balada N° 4 en fa menor Op 52 de F. Chopin. Si bien hubo una irredargüible presencia del espíritu de la obra, de alguna forma la entrega acusó algunos ripios en la claridad de algunos arpegios más cierta densidad sonora no siempre bien calibrada, seguramente ante un entendible cansancio. Y a la luz de la deslumbrante entrega en las últimas piezas, habría sido oportuno prescindir de la balada chopiniana, o bien abordarla en otro contexto.
Así, la última sección de obras consultó antológicas versiones de una selección de Preludios para Piano de C. Debussy. Con una inteligente compaginación (no correlativa), el orden dispuesto obedeció a criterios intrínsecamente musicales y en clave de progresivos desarrollos estéticos, dándose completa organicidad. Con un magistral manejo del color, notable uso del pedal y prístinas transparencias, se brindaron las características y evocantes atmósferas debussynianas, de esfumada y suspendida sonoridad. Con pleno dominio del rango dinámico instrumental, cada preludio reflejó la literalidad de su nombre (“Lo que vio el viento del oeste”, “La niña de los cabellos de lino”, “La puerta del vino”, “Pasos sobre la nieve” y “Fuegos artificiales”). Sin duda, una experiencia única e irrepetible…
En suma, una presentación que reflejó la plena vigencia de una GRANDE: la decana maestra Edith Fischer…