Música
11 de Julio, 2024

Emotiva versión del Réquiem de Verdi

Por Jaime Torres Gómez

Continuando con las presentaciones de abono de la Sinfónica Nacional, en el marco del 79 Aniversario del Coro Sinfónico de la Universidad de Chile, se ofreció la Misa de Réquiem de Giuseppe Verdi.  

Importante ha sido la trayectoria de este coro -actualmente el segundo más antiguo de Chile-, donde ha abarcado una importante cantidad de obras sinfónico-corales, desde el Barroco a la música actual. Históricamente ha sido el soporte coral de la Sinfónica Nacional, manteniendo en el tiempo su buen nivel. Un aporte fundamental ha sido, por décadas, la Camerata Vocal de la Universidad de Chile, conjunto profesional cuyos integrantes son parte del Coro Sinfónico, oficiando de instructores de cuerda y estratégicos al buen nivel del mismo, estando ambos conjuntos sólidamente dirigidos por Juan Pablo Villarroel Garay.   

Luego de seis años, del todo acertado haber contemplado la Messa da Requiem verdiana en la actual temporada de la Sinfónica, al tratarse de una magnífica obra y de amplia popularidad, reflejado en la gran llegada de público al Teatro de la Universidad de Chilesede de la Sinfónica.    

De gran orgánico coral e instrumental, sigue la estructura de la misa de difuntos católica (Requiem, Dies Irae (subdividido en nueves partes), Ofertorio, Sanctus, Agus Dei, Lux Aeterna y Libera me), teniendo su origen en un homenaje de varios compositores a la muerte de Gioachino Rossini (1868), y adquiriendo más tarde su actual estructura al morir el escritor Alessandro Manzoni (1873), a él dedicado. Y sin duda, al tratarse de un Verdi maduro, plasma completo oficio composicional con un manejo magistral en la continuidad global, más completa autoridad en elementos estructurales como el manejo de la polifonía y del contrapunto, como un soberbio tratamiento de timbres y colores instrumentales. En definitiva, una obra magistral…     

Su abordaje interpretativo permite amplias miradas, al ser Verdi principalmente un compositor de ópera, aun cuando aquí se percibe una genuina (y personal) mirada contemplativa, a pesar de su agnosticismo, aflorando, de alguna manera, su formación inicial en la Fe, y subsecuentemente a su inconsciente adhesión… A la vez, ineludible su dimensión teatral, especialmente en todo el Dies Irae como en el desgarrador Liberame final, planteando la interrogante de poder adquirir alguna dimensión litúrgica propiamente tal. Aun así, se trata de una composición religiosa en su más amplia significación, trascendiendo cualquier exégesis interesada…    

Formidablemente dirigida por Rodolfo Saglimbenititular de la Sinfónica, su lectura balanceó inteligentemente cierto carácter litúrgico sin perder de vista la omnipresencia de un creador esencialmente de ópera, dejando fluir honda expresividad en secciones tan interpelantes (y emotivas) como el Rex tremendae majestatis-Recordare, del Dies Irae, como grandes logros en recogidos momentos de contemplación como en el Agnus Dei y en el Lux Aeterna.

De los resultados, hubo atenta respuesta de los sinfónicos a las autorizadas indicaciones de la batuta titular, con buen esmalte sonoro, balances y calibrado ensamble general. A la vez, deslumbrante desempeño del Coro, considerando que el Réquiem verdiano históricamente le ha sido afín, aunque en esta ocasión, irredargüiblemente, se trató de su mejor preparación desde 1980, año que se le viera por primera vez, y luego presenciado ininterrumpidamente con esta agrupación. Notables resultados en brillo sonoro, diáfanas transparencias y celebrado ajuste.

Respecto los solistas, no es fácil encontrar las voces ideales ante exigencias muy particulares de la producción verdiana en cuanto timbres, espesores y colores. De hecho, casi siempre ha debido recurrirse a algún cantante extranjero ante la falta de alguna vocalidad local. De hecho, son escasos en Chile los tenores lírico-spinto requeridos, lo mismo en el caso de las sopranos, que hoy en día casi no ven en el país sopranos-spinto para esta obra. 

No obstante lo anterior, en esta oportunidad el equipo de solistas, ciento por ciento nacional, cumplió en general satisfactoriamente. Muy buena elección del bajo-barítono Cristián Lorca, de amplio rango y debidamente empoderado, obtuvo formidables resultados interpretativos. Lo mismo la mezzo Evelyn Ramírez, con pareja linealidad de canto y adecuado espesor, asimismo con mayor maduración interpretativa respecto a su última presentación en la misma obra (2018). Notable su “decir”, especialmente en Recordare, Lacrymosa y Agnus Dei. El tenor Patricio Saxton, con buena proyección y garra, se vio excelente en el Ingemisco, aunque algo inestable en el Domine Jesu del Offertorio. Y la soprano Javiera Saavedra, de buenos medios vocales, pero inadecuada por su registro de soprano lírica, siendo inoportuna (e irresponsable) su exposición al no poseer la vocalidad requerida, y consecuentemente, al forzar en exceso, perdió homogeneidad de timbre más, en momentos, con problemas de afinación. Igualmente, al tratarse de una voz de buen material, amerita seguirle su derrotero profesional.          

En suma, una versión de jerarquía y de gran emotividad del Réquiem verdiano