El segundo programa de abono de la Filarmónica de Santiago, realizado con lleno total en el Teatro Municipal capitalino, estuvo nuevamente dirigido por su titular, el maestro Roberto Rizzi-Brignoli, consultando un bienvenido Adagio para Cuerdas de S. Barber, el Concierto para Piano N° 2 de S. Rachmaninoff y la 4ta Sinfonía de P.I. Tchaikovsky.
Errada y jocosamente promocionado como “Rachmaninoff Rhapsody”… y sin perjuicio de las pautas promocionales hoy en día en boga -con crecientes (quizás excesivos) elementos lúdicos-, es menester ponderar la incidencia de los efectos lingüísticos (y visuales) asociados, para así no inducir a equívocos, y, en consecuencia, debiendo una adecuada curatoría ser rigurosa en los términos verbales y gráficos utilizados, en aras de evitar errores en la decodificación de la información inherente.
En este caso, la denominación “Rachmaninoff Rhapsody”, en propiedad, no calzó con la obra ofrecida, siendo más lógico vincularla con la famosa Rapsodia sobre un Tema de Paganini, del mismo Rachmaninoff, pero jamás con su Segundo Concierto para Piano… Quizás, inconscientemente, se discurrió asociarla a la famosa película de los años 50 “Rhapsody” (Elizabeth Taylor y Vittorio Gassman), donde se hace explícita mención al segundo concierto rachmaninoffiano (con una notable banda sonora junto el mismísimo Claudio Arrau como solista…).
En otro orden, conforme lo presenciado últimamente, el trabajo de Rizzi-Brignoli junto a la Filarmónica ha cosechado logros en ensamble y calidad de sonido, amén de una celebrada solidez artística, esperándose con expectación su desempeño a lo largo del año.
Luego de muchos años de ausencia en las orquestas locales, llegó el famoso Adagio para Cuerdas del norteamericano Samuel Barber (1910-1981), obra desgarradora y de magnífica factura.
Sobre este importante y prolífico compositor sigloveintero, quien adhirió a un declarado neo romanticismo, no apartándose de la tonalidad y a la vez adoptando un atractivo uso de elementos disonantes. De una cautivante honestidad expresiva, la música de Barber posee un lirismo de irrefrenable linealidad auditiva, más un discurso interno de alta efectividad en la exteriorización de profundos sentimientos.
En el caso del Adagio para Cuerdas, originalmente escrito como segundo movimiento de su primer Cuarteto op.11, y luego adaptado por el mismo compositor, asimismo para coro mixto bajo la denominación de Agnus Dei, se trata de una pieza de profunda melancolía y no fácil de abordar. Felizmente, la versión de Rizzi-Brignoli acertó en carácter y efectividad de respuesta de los filarmónicos. Notables logros en dinámicas, balances y acentos, justipreciado con una entusiasta respuesta del público.
Posteriormente, con buen criterio musical, llegó el popular y cautivante Segundo Concierto para Piano de Rachmaninoff. Y al igual que el adagio barberiano, se trata de una obra melancólica, amén con una indiscutida enjundia expresiva con armonías de rica construcción.
En esta oportunidad ofició de solista la croata Martina Filjak, debutando con la Filarmónica, y pudiendo apreciar los avances de esta destacada pianista tras muchos años de su debut en Chile junto a la Sinfónica Nacional (en aquella oportunidad con el Concierto de R. Schumann). Con irreprochable musicalidad, Martina ofreció una versión de admirable entendimiento de la obra, con escrupuloso análisis discursivo y efectiva entrega (lindísimos fraseos, calibrados acentos y empáticos tempi), de la que debió lidiar con un piano en desastrosas condiciones… (para consuelo, se sabe que pronto se dispondrá de un nuevo piano de conciertos en el Municipal…). Y notable complemento de Rizzi-Brignoli, de pleno entendimiento con la visión de la destacada pianista, logrando una respuesta de gran jerarquía los filarmónicos.
Y como broche de oro, una expresiva y analítica versión de la Cuarta Sinfonía de P.I. Tchaikovsky, de la que Rizzi-Brignoli demostró plena afinidad, culminando así una jornada que dio cuenta de la buena conexión entre el titular filarmónico con sus músicos.
Fotografías: Patricio Melo