A la semana siguiente de la magnífica presentación de la Sinfónica Nacional en el Teatro Municipal de Santiago como agrupación invitada, la Filarmónica de Santiago, orquesta titular del teatro, retomó el calendario de conciertos con el último programa de abono, en esta oportunidad dirigida por el maestro Juan Pablo Izquierdo, su Director Emérito y decano de los directores nacionales.
El contexto de esta presentación no dejó de ser significativo en varios ángulos. De hecho, como está siendo recurrente, debió adelantarse significativamente el horario ante el crispado clima social del país, condicionando la llegada del público. Así, y ponderando la firme voluntad de las autoridades del Municipal en no cancelar mayormente la programación a lo largo de la presente eclosión, en los hechos tal determinación se ha validado por la buena afluencia de público en las últimas presentaciones de ópera, ballet y conciertos, sin duda producto de la necesidad de un alimento espiritual ante cualquier singularidad material… Esto amerita una anotación de mérito para la saliente y nueva Dirección General del decano coliseo artístico, al perseverar en la senda de proveer continuidad a lo programado.
Sumado lo anterior, y contando con la presencia del maestro Izquierdo -siempre convocante por su autoridad de cátedra y carisma- revistió máximo interés la relevancia del programa, brindándose un marco inmejorable para una presentación que a todas luces no debía defraudar…
Con magnífico criterio, la secuencia de las obras -de atípico orden-, contempló en la primera parte la extraordinaria Sinfonía en re menor de Cesar Franck, pieza fundamental del romanticismo musical. Esta catedrálica obra de madurez representa la grandeza en la claridad de las formas -de cíclica construcción-, plasmadas ora en transparente, ora celebrada concisión expositiva de sus ideas. No obstante su aparente austeridad de relato, es muy atractiva por su enjundia melódica, rica armonía (de hipnóticas fluctuaciones y expansiones cromáticas), atrapante evolutividad expresiva, magnífica orquestación y nobleza de carácter.
La versión firmada por el decano director trasuntó todo lo imaginable, constituyendo, inapelablemente, la más grande interpretación que se tenga referencia… Con notable nitidez desde el suplicante inicio, Izquierdo desarrolla un concepto interpretativo de soberano idiomatismo y servicialidad a la obra, develando, con elocuencia, el carácter intrínseco de la misma, de clara concepción “organística” (Franck fue un virtuoso organista). Grandes logros en elocuentes (y empáticas) exposiciones temáticas, cabal sentido unitario (certero manejo de lo individual en función del todo, más una magistral evolución de las transiciones), y magníficos acentos y colores (notable trabajo en texturas y planos sonoros, de inteligente énfasis hacia una asimilada sonoridad de “órgano”). Al tratarse de una obra de evidente espíritu romántico, es válido (incluso, deseable…) enfrentarla con visceralidad expresiva y emotiva, dándose ampliamente en la versión de Izquierdo, aunque imperando un espíritu más contemplativo y en genuina clave de “auto da fe”… Sólida respuesta de los filarmónicos ante los autorizados requerimientos de su emérita y gran batuta…
Después de esta impactante interpretación -al umbral de lo legendario-, imposible para el suscrito haberse sustraído exteriorizar con “alienados gritos y aplausos…” (no necesariamente propios de un crítico…) un momento verdaderamente histórico en la vida musical del país, ante la profundidad del hito experimentado, quedando poco espacio para aquilatar la audición de la segunda parte del programa, de radical giro de carácter, aunque de interesante lógica contrastante.
Del excelente compositor nacional Roberto Fallabella (1926-1958) se ofrecieron sus Dos Divertimenti para Orquesta de Cuerdas. Obra de inspiración vernácula, posee atractivos desarrollos con directos guiños bartokianos (en lo rítmico) más otras influencias europeizantes. Junto a acertadas exploraciones tímbricas y colorísticas, se destaca un interesante uso de “efectos” (rasgueo, leño y otros), como un certero sentido del contraste. Sin duda, todo un descubrimiento, al haberse estrenado con anterioridad sólo el Primer Divertimenti, constituyendo en esta oportunidad un estreno en su orgánica de dos movimientos. Magnífico trabajo de Izquierdo con los filarmónicos en cohesión de ensamble y calidad de sonido.
Finalizó con una visceral versión de La Valse de Maurice Ravel, obra ya presenciada a Izquierdo en otras ocasiones y siempre con atronadores éxitos. No es baladí dar con el carácter “desconstructivo” de este magistral “poema coreográfico”, de seductora envolvencia, pletórico de colorido, punzante rítmica y de irrefrenable progresividad expresiva, al umbral de lo orgiástico. Con autorizada cátedra, Izquierdo logra “disectar” la trama interna de esta obra fundamental del siglo XX, obteniendo un resultado de excelencia de los filarmónicos en transparencias, matices, balances y ensamble. Un contundente triunfo…