Música
09 de Julio, 2024

La Filarmónica en ambiciosos programas

Por Jaime Torres Gómez

Hasta la fecha ha sido posible asistir a casi todos los conciertos de la Filarmónica de Santiago en la actual temporada de abono del Teatro Municipal de Santiago.

Si bien el abono filarmónico es insuficiente en cantidad de presentaciones (ocho conciertos, en comparación a los diez de antaño…), es menester ponderar la “generosidad” de la buena música dispuesta, tanto en relevancia de obras como a las duraciones de cada jornada, no obstante, en algunos casos, con combinaciones un tanto burdas. Igualmente, se agradece mostrar el máximo de repertorio posible, aunque ideal distribuirlo mejor, evitando así abultar ciertos programas.

Puntualmente, hubo presentaciones con excesos como la Misa Solemnis de L.V. Beethoven precedida, innecesariamente, de la Obertura Trágica de J. Brahms…, a la vez haber juntado el Primer Concierto para Piano de J. Brahms con la Sinfonía Alpina de R. Strauss, como la Suite del Mandarín Maravilloso de B. Bartók con la Suite del West Side Story, de L. Bernstein. Si bien se trata de obras notables, pero inconveniente comprimirlas en un solo programa... Empero, se celebran sus resultados, dando cuenta de la admirable capacidad de los filarmónicos por sacar adelante presentaciones desafiantes…

En el caso de la Misa Solemnis beethoveniana, se trató de una formidable versión dirigida por el titular filarmónicoRoberto Rizzi-Brignoli, quien ha liderado solventes presentaciones a lo largo de la actual temporada.

Este logro se realza ante la complejidad de una obra “extraña y revolucionaria”, al ser un genuino “auto da fe”, con cuestionamientos internos respecto a la misma Fe y su praxis ante la realidad del Mundo… Así, con un despliegue de una endemoniada batería de recursos, las mayores dificultades se dan en el tratamiento polifónico del orgánico coral, amén de inmisericordes altas tesituras vocales, como requerimientos no menores en lo instrumental, con abruptos giros en las progresiones expresivas.

Rizzi-Brignoli, con cabal entendimiento del entramado armónico, extrajo lo mejor de los filarmónicos en balances, acentos y evolución expresiva. Deslumbrante desempeño del Coro Profesional del Municipal de Santiago, con pulido esmalte y ajuste. Formidables intervenciones solísticas de Yaritza Véliz (soprano), Evelyn Ramírez (mezzo), Gonzalo Quinchahual (tenor) y Matías Moncada (bajo). Y huelga insistir en la extemporánea presencia de la Obertura Trágica brahmsiana inicial, deslucida y descontextualizada frente a la gran versión de la Misa beethoveniana…  

La siguiente presentación, a cargo de Pedro-Pablo Prudencio (Director Residente de la Filarmónica), contempló el Primer Concierto para Piano de J. Brahms junto a la Sinfonía Alpina de R. Strauss, sin duda una apuesta riesgosa por la gran duración y complejidad de sendas obras.

Luego de varios años de ausencia en el Municipal, regresó el destacado pianista chileno Gustavo Miranda (Premio del Círculo de Críticos de Arte de Chile 2023), en esta oportunidad para el concierto brahmsiano. Con pleno entendimiento del pathos internoMiranda construye una interpretación con grandes méritos en la construcción de atmósferas -notables transiciones de lo amable a lo desgarrador-, con una galería de detalles en total correlato. Con diáfana digitación y aplomo, se destaca un sereno inicio más completa precisión de los trinos en el primer movimiento, como una profunda exposición del segundo, y completa claridad de voces en los pasajes fugados del último. Y la alada batuta de Prudencio proveyó un inmejorable marco idiomático junto a los filarmónicos.

Con una esperada Sinfonía Alpina de Richard Strauss finalizó esta jornada filarmónica, a cargo de Pedro-Pablo Prudencio. Cabe señalar la larga ausencia de esta atractiva obra straussiana -en el tiempo-, con no más de tres ocasiones hecha en Chile, recordándose vivamente las versiones de Gabor Ötvös con la Filarmónica y luego con David del Pino con la Sinfónica. Luego, al ser programada en los años 2005 y 2018, a último momento fueron canceladas… pudiendo ahora concretarse.

Y como buena pieza de R. Strauss, la Alpina (en rigor, “Una Sinfonía Alpina”, “Eine Alpensinfonie”…) obedece al género “poema sinfónico” del cual este compositor fue un gran exponente, asimismo representa uno de sus trabajos más virtuosísticos en lo orquestal. Gran versión firmada por Pedro-Pablo Prudencio, con musicalidad a borbotones… Encomiable visión del todo y a la vez puntilloso en auscultar detalles que ayudaron a recrear el relato del “alpino viajero”. Formidable respuesta de los filarmónicos en ensamble y calidad de sonido. Sin duda, una versión triunfal…

Finalmente, muy esperado regreso a la Filarmónica de Helmuth Reichel Silva, talentoso director chileno radicado en Alemania. Con un programa definitivamente inadecuado en la relación (y combinación) de las obras, empero, los resultados fueron de excelencia por parte del abordaje interpretativo como de una respuesta de gran nivel de los filarmónicos.

Incomprensiblemente iniciando con la Suite del ballet El Mandarín Maravilloso de Béla Bartók -obra de compleja temática-, resultaba lógico disponerla al final del programa. Con una inmisericorde exigencia a todas las secciones, exige un acabado nivel de preparación. Reichel Silva, con celebrada solvencia, ofreció una desgarradora versión con acertadas transparencias, empáticos tempi y neurálgicas progresiones expresivas.

Con radical giro estético y de carácter, se continuó con la Raphsody in Blue, de George Gershwing, adhiriéndose al centenario de su estreno. Escasamente ofrecida localmente, encomiable haber programado esta popular pieza que fusiona estructuras de la música de tradición escrita con efectos jazzísticos. De solista -con un tardío debut en la Filarmónica-, se contó con el formidable pianista nacional Danor Quinteros, demostrando completa afinidad con la obra. Con un idiomático enfoque, más deslumbrante técnica y consumada musicalidad, Quinteros desarrolla una eficaz interpretación con magníficos fraseos (celebrado legato en las frases), y certera intuición en el manejo de los contrastes y transparencias. Reichel Silva, con cabal comprensión, siguió magistralmente al autorizado solista junto a una entusiasta Filarmónica, a pesar del accidentado popular glissandi inicial del clarinete

La segunda parte, y nuevamente sin entender la relación de las obras, consultó notables versiones de la Rapsodia Española, de Maurice Ravel, y las Danzas del West Side Story, de Leonard Bernstein, obteniendo resultados de gran jerarquía de los filarmónicos junto a un empoderado Reichel Silva, dando cuenta de absoluta versatilidad en variopintos repertorios. Deslumbrantes resultados en la Rapsodia Española en calidad de sonido -esfumado y esmaltado- como una magistral administración de los matices y rubatos. Asimismo, con soltura, Reichel Silva dominó una versión sin efectismos aunque de gran sustrato en West Side Story, justripreciado ante una rotunda ovación del numeroso público.