Con absoluta normalidad se desarrollan las temporadas musicales en Santiago (y buena parte de las regiones) tras el receso pandémico, retomándose buena parte de la periodicidad histórica de las presentaciones, amén de un retorno a las líneas programáticas tradicionales, no obstante, aún, con caminos por recorrer…
En el caso la Sinfónica Nacional (habiéndose presenciado todos los programas del año), entre agosto y septiembre ha tenido una continuidad promedio semanal de presentaciones, tanto en su sede (Teatro de la Universidad de Chile) como en el Teatro Municipal de las Condes, y últimamente en el Teatro Corpartes, ofreciéndose (por espacio) un sumario de lo realizado en el teatro universitario.
A priori, cabe señalar la permanente actividad anual de la Sinfónica, concentrada fundamentalmente en su sede, no quedando mayor espacio para la extensión territorial en localidades alejadas del centro capitalino y regiones -labor antaño relevante y comprometida-, haciéndose imperioso retomarla al ser indisoluble al espíritu de la Ley de su creación…
Con variados programas -incluyendo repertorio tradicional, contemporáneo y nacional-, las presentaciones realizadas en el TUCH contaron con Lautaro Mura, destacado director nacional radicado en Alemania, y Rodolfo Saglimbeni, titular de la agrupación.
De gran relevancia constituyó la presentación de Lautaro Mura, luego de muchos (e inexplicables) años de ausencia con la decana orquestal del país (lo mismo en el caso de otros directores nacionales, que poco se les ha visto junto a la Sinfónica y otras orquestas de la plaza…).
Con un ecléctico programa, contempló el estreno mundial de “In Memoriam György Ligeti”, del afamado compositor chileno León Schidlowsky, fallecido hace un año, y coincidiendo en esta oportunidad con el centenario del mismo Ligeti. Escrita en el mismo año que falleció el gran compositor húngaro (2006), esta obra reviste máxima atracción al evocar las características sonoridades ligetianas, de gran riqueza tímbrica y colorística, y a la vez de suspendidas atmósferas. Gran labor de armado global, develándose en plenitud las fluctuaciones armónicas, voces internas más las bondades de orquestación de la obra.
Seguidamente, una idiomática versión de la Sinfonía N° 35 “Haffner”, de W.A. Mozart. Con atenta respuesta de los sinfónicos, se destaca el buen trabajo en dinámicas, matices y transparencias. Y como última obra, una esperada reedición del Taras Bulba, de Leoš Janá?ek, ausente en Chile desde 1967. Cabe señalar que la Sinfónica poco o nada ha abordado obras de este gran compositor checo, recordándose, como última pieza hecha por esta agrupación, sólo su Sinfonietta, en 1982. Así, al tratarse de música compleja en carácter y recursos compositivos (súbitos cambios rítmicos y melódicos, amén de un variado despliegue de colores y timbres), ineludiblemente ameritaba una especial preparación… Y no obstante un completo dominio del maestro Mura, la primera función no tuvo la debida correspondencia de los músicos (al umbral de lo desastroso), debiendo presenciarla nuevamente para ponderar los avances en la orquesta, evidenciando debida superación respecto las falencias del día anterior…
Los siguientes dos presentaciones estuvieron a cargo del solvente titular sinfónico, dando cuenta de un celebrado criterio programático, incluyendo equilibradamente obras de repertorio tradicional junto a otras largamente ausentes y estrenos, amén de contarse con dos solistas de primer rango internacional.
De atípica combinación, seguramente para realzar la relevancia del solista, contempló el Prólogo del Ballet “La Bella Durmiente” de P.I. Tchaikovksy, música de buena factura y siempre bienvenida. Notable versión de Saglimbeni, de enjundioso enfoque en lo melódico y fogosa expresividad, logrando una respuesta ejemplar en todo orden. Le siguió, con inteligencia musical, el Divertimento-Suite del ballet “El Beso del Hada”, de Igor Stravinsky, directamente conectado con Tchaikovsky al concebirlo como homenaje al 35 aniversario de su muerte, y extrayéndole citas de obras no tan conocidas, principalmente canciones y piezas para piano. Muy bienvenida tras una ausencia de casi 60 años. Escrupuloso trabajo de Saglimbeni en carácter, precisión rítmica, texturas y planos sonoros.
Como broche de oro, la segunda parte contempló el debut con la Sinfónica del internacionalmente aclamado pianista venezolano-argentino Sergio Tiempo, a quien antes se le había visto en el Ciclo Grandes Pianistas del Teatro Municipal de Santiago, y luego junto a la cellista Natalie Clein en la Fundación Beethoven. En esta oportunidad Tiempo fungió de solista para el Concierto N° 1 para Piano de L.V. Beethoven, siendo del todo acertada la elección de este primer concierto beethoveniano, largamente ausente.
Con gran vuelo y deslumbrante técnica, Sergio Tiempo desentraña con suma coherencia la trama interna de una obra que trasunta el clasicismo heredado y romanticismo en ciernes, amén de incurrir en ciertos riesgos interpretativos, como las frenéticas velocidades adoptadas en el último movimiento, aunque jamás perdiendo claridad de discurso. Y gran labor de concertación de Saglimbeni, de plena comunión artística con el extraordinario solista, dando cuenta de un momento estelar de la actual temporada de la Sinfónica Nacional.
Y la siguiente presentación a cargo del maestro titular, se trató de un programa ciento por ciento latinoamericano, el cual, lamentablemente, no contó con buena asistencia, ameritando reenfocar la promoción de este tipo de repertorio ante las preferencias del público local, que poco sintoniza con este tipo de formatos monográficos… En todo caso, es plausible esta propuesta al ajustarse a la misión de la Sinfónica Nacional, en cuanto propender a la difusión del repertorio universal, y fuertemente comprometido con la música actual, nacional y, por extensión, a la continental…
Del programa mismo, muy interesante el estreno del Danzón N° 1 del destacado compositor mexicano Arturo Márquez, bien conocido por su Segundo Danzón, ampliamente difundido en Chile. Posteriormente, del mismo Márquez, el estreno del Concierto Son para Flauta y Orquesta, obra de buena factura y de genuina enjundia latinoamericana, no obstante poco novedosa respecto a otras obras del mismo compositor, como el notable Concierto Máscaras para Arpa o el Concierto Otoño para Trompeta, ambos exitosamente ofrecidos por la Sinfónica anteriormente. Notable labor del destacado flautista argentino Jorge de la Vega (solista de la prestigiosa Orquesta Estable del Teatro Colón de Buenos Aires), ofreciendo una entrega sin sinuosidades, con deslumbrante musicalidad y técnica. Y ajustadísimo acompañamiento de Saglimbeni y los sinfónicos.
La segunda parte consideró las Visiones Nortinas, del destacado compositor y arreglador chileno Guillermo Rojas, contrabajista integrante de la Sinfónica. De gran oficio compositivo, con un descollante dominio de la armonía y de la orquestación (gran manejo de lo rítmico, timbres y colores), amén de una completa lucidez discursiva (de gran efectividad evocativa), se trata de una obra largamente ausente y que debiera promoverse allende las fronteras nacionales… Gran compromiso interpretativo del maestro titular, obteniendo excelente respuesta en todo orden.
Y finalmente, una deslumbrante versión del Semsemayá, de Silvestre Revueltas, compositor mexicano de culto, y largamente ausente. Muy acertado haber incluido imágenes más la voz en off del cubano Nicolás Guillén recitando el poema homónimo inspirante de la obra (que describe la matanza ritual de una serpiente), dándole un plus a la presentación.
Sólo advertir, no obstante la pertinencia de haber incluido Semsemayá, que, al tratarse de un programa latinoamericano, fue evidente la hegemonía mexicana… habiéndose preferido un mosaico territorial más representativo de la música continental, y así haberse optimizado mejor la plataforma de difusión respectiva…