El mayor legado que nos dejó Luis Oyarzún Peña (1920 - 1972), dice que ver con la preocupación temprana por el cuidado del medio ambiente. Oyarzún era un enamorado de la naturaleza, era su más profunda obsesión. Una dedicación por el conocimiento de las plantas, sus nombres, sus formas, sus colores, su hábitat, era un conocer fiel de todas las especies que existían en Chile, y su mayor gozo era comparar las especies nacionales con las extranjeras cuando viajaba a otros países.
El amor de Oyarzún por la naturaleza era tan desmedido, que se cuenta una anécdota, de un viaje por Italia, que realizó con el pintor Iván Vial, a bordo de una motoneta entre Roma y Venecia, demoraron varios días, por las paradas que Oyarzún realizaba para inquirir sobre las plantas y flores que hallaban a su paso.
Los que tuvieron la suerte de asistir como alumnos de sus clases recibieron el mensaje que Oyarzún daba sobre el descuido de la naturaleza que existía en nuestro país. Para Oyarzún, la falta de espiritualidad en la cultura del pueblo traía consigo el abandono ambiental. Todo esto, en momentos que en Chile se debatían los grandes temas sociales y en que nadie consideraba el abandono que se hacia del entorno, donde se talaban y quemaban los bosques, sin consideración, solo para la obtención de aumentar las tierras para el cultivo agrícola, la ganadería o la explotación forestal.
“Los más hermosos árboles […] quemados por los colonizadores de todas las razas.. Porque ninguna se salva”.
Luis Oyarzún, fue el primer intelectual chileno, que manifestó tempranamente el respeto debido, a la naturaleza, tal como los pueblos originarios de América, lo hacían antes de la llegada de los europeos a estas tierras, venidos en un afán desmedido de riquezas. Somos herederos de una cultura mestiza, tolerante y avasalladora. “Nuestras tierras han sido regadas con sangres y sudores de duelo. No tienen el légamo de la alegría colectiva, de la comunidad fundada en el amor y la justicia”. Esto es Chile, este contradictorio país. Si no amara la tierra, algunos paisajes, algunos arboles, no me sentiría unido a nada de él. Desde lejos pensaba con entusiasmo en el salvajismo de estas tierras. Olvidaba que lo salvaje es muchas veces algo calcinado y destruido.
En un párrafo de su libro “Temas de la Cultura Chilena” dice: … la necesidad el afán de lucro y la ignorancia hacían por ese tiempo-como después- estragos, enormes, definitivos, de orden practico y vital, como la tala indiscriminada de bosques y matorrales en los cerros del norte y centro del país. La Diputación Minera del Huasco, poco antes de 1810, anotaba ser tanta la cantidad de leña que consumian los trapiches, “que en breve concluirán con aquellos montes”.
Luis Oyarzún, puede ser considerado a juicio de muchos como el primer “ecologista”, en Chile. Si bien al Ecología, como ciencia data de muchos siglos, la preocupación en el extremo cuidado por el medio ambiente, es reciente y más reciente son las realidades que enfrentamos por el cambio climático, han surgido los “ecologistas”, aquellos que se abocan para que dicten leyes y se adopten medidas destinadas a retornar al equilibrio natural en el medio ambiente, revirtiendo los fenómenos amenazantes de nuestro mundo. Oyarzún, lo advirtió en su momento y propagó su visión de este mundo que iba en busca de su autodestrucción, pero no fue escuchado.
Quizás hoy podría sorprender saber que, en los años 60 del siglo pasado, alguien manifestó su preocupación por el medio ambiente en nuestro país. En esos años la mayoría de la gente pensaba que siendo la naturaleza infinita podía prodigar sus riquezas por los siglos de los siglos. No se creía que el hombre y sus avances tecnológicos podrían cambiar el clima. Se daba el caso de un señor bien intencionado experimentó regando el cielo con un pequeño avión para eliminar los gases tóxicos de Santiago. De paso se puede acotar que no era conocida la palabra smog. Otro señor encendió una llama alimentada por un balón de gas en la punta del cerro San Cristóbal, para hacer desaparecer la nube que en invierno oscurecía el cielo de Santiago. El cambio climático, tal como hoy lo concebimos, es decir, la consecuencia lógica de la sobreexplotación de la naturaleza, realizada sin medir consecuencias y en escalas increíbles, cuyo fin último es obtener riquezas tanto para un país que tolera tal vil explotación, y para aquellos que explotan los bienes propios de la naturaleza.
Manifestaba Oyarzún: Hoy, especialmente, suspiro por estar de nuevo bajo el luminoso cielo de mi país y siento otra vez que nuestro nacimiento significa una alianza con una tierra, una luz, un paisaje, una gente que no podemos reemplazar.
Medio ambiente, cambio climático, sustentable, sostenible y otros conceptos, son de uso reciente, en los años sesenta Oyarzún hablaba solo de naturaleza, y se suponía que los recursos eran inagotables y que la intervención humana no creaba desequilibrio a nivel global. La contaminación no era tema, la gente bien podía morir a causa de intoxicación de gases o contacto con materiales venenosos y no era noticia, como lo es hoy en día.
A la prolífica obra de Luis Oyarzún, no se le ha conferido el debido realce, que bien se merece. Tal vez un Premio meritorio que lleve su nombre, destinado a ser entregado a las personas que trabajan por un mejoramiento del medio ambiente, pueda en algún momento recordar al maestro.