Han pasado 150 años desde el natalicio de Arnold Schönberg (1874-1951), y la 60ª Temporada de Cámara UC le rinde homenaje como uno de los compositores imprescindibles del siglo XX, con programas que reflejan sus dos facetas: el posromántico (el que aquí se comenta) y el más rupturista (con “Pierrot Lunaire”, previsto para el 22 de octubre). Schönberg fue uno de los primeros compositores en adentrarse en la composición atonal y desarrolló la técnica del dodecafonismo, basada en series de doce notas, abriendo la puerta al posterior desarrollo del serialismo.
El mundo posromántico estuvo representado por la versión para orquesta de cámara que Schönberg realizó de las “Canciones del caminante” (“Lieder eines fahrenden Gesellen”, 1883-1885), de Gustav Mahler, y de los 6 Orchesterlieder Opus 8 (1903-1904) del propio Schönberg.
Aliocha Solovera, al frente de un ensemble de 11 instrumentistas y con la participación del barítono Patricio Sabaté, exploró con sumo cuidado las sutilezas expresivas y la individualización tímbrica de las complejas partituras que sustentan los textos de Mahler y “Des Knaben Wunderhorn”. Estos nos presentan a un hombre marcado por un destino amoroso adverso que contrasta con el resplandor y el continuo florecer del mundo natural. La adaptación y reducción de Schönberg conserva las líneas melódicas y los elementos clave de la armonía de Mahler, y exige un delicado equilibrio entre voz e instrumentos. Además, otorga una mayor flexibilidad y una sonoridad más íntima al ciclo, que también cuenta con una versión para voz y piano.
El célebre barítono Dietrich Fischer-Dieskau decía que esta obra debía interpretarse sin sentimentalismo, ya que, de lo contrario, se caería en una profunda cursilería. Lejos de eso, la versión de Sabaté y el conjunto destacó por su reciedumbre y fortaleza al abordar la tragedia descrita, plasmando así un cuadro terrible no tanto por el amor contrariado, sino por lo irremediable de la situación. Sabaté subrayó esta idea con especial énfasis al cantar la última estrofa de “Ging heut Morgen übers Feld”: “¿Comenzará ahora también mi felicidad? ¡No, no, sé bien que la mía jamás, jamás florecerá!”. Esta interpretación se ajusta bien al tercer Lied, donde el hablante expresa su deseo de yacer en un negro catafalco y no volver a abrir los ojos, complementándose con la marcha fúnebre que inicia el cuarto Lied, conduciéndonos hacia la aceptación del vacío o de la nada.
Vocalmente, Sabaté demostró un completo control del legato y de la proyección vocal en obras que son también muy exigentes en términos de tesitura, con frecuentes saltos por el pentagrama, dificultad que el barítono resolvió adecuadamente.
Los 6 Orchesterlieder de Schönberg son un conjunto de seis canciones para voz y orquesta que siguen un esquema todavía tonal. Es patente la influencia de Mahler y la relación que guardan con lo que Richard Strauss proponía en el campo de la música vocal en la misma época. Al igual que en el ciclo anterior, los textos —de Heinrich Hart, Petrarca, Karl August Förster y Des Knaben Wunderhorn— sitúan al hablante frente a la naturaleza y a la situación del ser humano, desmedrada en lo emocional. Abordan la conformidad, el anhelo, el lento paso del sufrimiento por el tiempo y el encierro. Aliocha Solovera hizo resaltar los múltiples colores instrumentales y cómo estos impactan en la emoción de los textos. La soprano Claudia Pereira desplegó su musicalidad en páginas que exigen amplio rango vocal e intensa concentración expresiva. Versos como “En la muerte se desvanece el esplendor de la vida, y la muerte engendra vida brillante y noble” (de “Naturaleza”) o “¿Dejarte desangrar tan temprano?... Abrí los ojos mientras parecía cerrarlos” (de “Cuando los pajaritos cantan”) fueron entregados con una dulzura triste, resignada y apacible que conecta con la decepción de la vida que también trasunta el ciclo de Mahler