Con seguridad, “Nijinska: Secreto de la vanguardia”, estreno mundial que hoy se presenta en el Teatro Municipal de Santiago, con funciones hasta el 29 de julio, es una de las mejores obras que se ha presentado en el presente año y motivos tiene muchos.
Partiendo que visualiza a uno de los personajes que se ha mantenido invisible a través del tiempo, producto de ser la hermana de una de las estrellas de la historia de la danza, como es Vaslav Nijinski. Bailarín virtuoso y vehemente en su interpretación, que provoca en los que amamos la danza, una obsesión y empatía al verlo como el gran protagonista de su época, producto a su historia y todo lo que lo rodea, recordemos que su trabajo en la “Consagración de la Primavera”, obra estrenada en el Teatro de los Campos Elíseos de París en 1913, provocó una gran revuelta, tanto por la música de Stravinski, como por la coreografía de Nijinski, quien salió de la zona de confort de los movimientos de su época y los cargo de un cierto grado de sensualidad y rituales primitivos, no aptos para los más conservadores. En el plano personal, su relación amorosa y tormentosa con el empresario y director de la compañía de Ballets Rusos, Serguéi Diáguilev, o el episodio que se cuenta que él se masturbó con el pañuelo de las ninfas en la obra “La siesta de un fauno” de Claude Debussy, su capacidad de saltar desafiando la gravedad o el hecho que termino sus días internado en un hospital psiquiátrico, es decir con semejante hermano, es indudable que los registro y atención se fueron a este personaje.
La obra “Nijinska: Secreto de la vanguardia”, es un recorrido por su historia, desde su niñez hasta su muerte, en cierto grado, es una reivindicación del rol de bailarina y creadora, una de las mujeres pioneras en el trabajo coreográfico, quien se codeó con los más grades de su época, tanto en la música como en el arte en general. Lamentablemente, los ojos siempre se quedan sobre el escenario, olvidando a los que dejaron de bailar y se convirtieron en maestros o coreógrafos o un sinfín de oficios que circulan en el mundo de la danza, pero que son tan relevantes para trabajo sobre la escena. Por la misma razón, tengo que resaltar el trabajo realizado en la obra sobre la historia del siglo XX, efectuado por el ex solista del Ballet de Santiago, Pablo Aharonían, quien hoy es el responsable de la pulcritud en la historia.
El concepto, dirección y coreografía es responsabilidad de Avatâra Ayuso, quien realiza una completa investigación sobre este personaje, perpetrando una verdadera reescritura de la historia de la danza del siglo XX, entregando un trabajo muy bien logrado.
La escenografía y vestuario está a cargo del destacado diseñador teatral Jorge “Chino” González. La escenografía es inteligente y audaz, cubista escenográficamente, pero que refleja esta nueva tendencia de inicio del siglo, sobre el escenario valerse de una gran estructura geométrica y móvil, es un acierto, ya que genera atmosferas diferentes y modernidad en el contexto. El vestuario es bello e interesante, hasta característico de algunos personajes, como Picasso, Diáguilev o Coco Chanel, pero quiero hacer un alcance netamente personal y que muy probable las bailarinas también lo sientan, el color negro en las zapatillas de punta, no le hacen favor a la línea de pie, punto que tanto amamos los bailarines, ver empeines extendidos curvos y largos, pero es tan predominante este color, que se pierde la belleza de ellos sobre la punta o en pasos como el Pas de Couru (pequeños pasos que se realizan sobre la punta de pie) o cualquier posición de prolongación de ellos.
La iluminación de Ricardo Castro es encantadora y asertiva, hay momentos realmente bellos, como la escena 4: “El Gran Marqués de Cuevas”, pero hago un alcance, en escena 3: “El duelo, sus musas y América”, Alicia Markova, interpretada por Katherine Rodríguez, baila varios segundos en la oscuridad, no dando valor al buen trabajo que ella realiza.
Sobre la música, puedo decir que está interpretada por la Orquesta Filarmónica de Santiago, y bajo la dirección orquestal del maestro Pedro-Pablo Prudencio, quien ya nos tiene acostumbrado al manejo de la batuta en obras de ballet.
Sobre los intérpretes, hay que partir indudablemente con la protagonista de la historia, Nijinska, interpretada hermosamente por la ex bailarina del Ballet de Santiago, Edymar Acevedo, quien lleva a cabo una faena comprometida, bella y elegante. Si queda hasta en la retina verla transitar el escenario con su traje azul y su cigarro con boquilla.
Escena 1: Los ballets Rusos (década de 1910). Hay que destacar principalmente el trabajo exquisito de Gustavo Echeverria, quien interpreta a Nijinski, en toda su masculinidad y feminidad, logrando un buen partenaire (manejo) masculino y una calidad alucinante al ser manejado por un varón, al mismo tiempo de consagrar bellas líneas, saltos y extensiones. Por otra parte, el correcto desempeño de Felipe Arango en el rol de Serguéi Diáguilev y Mariselva Silva en el rol de Nijinska joven.
Escena 2: Los Ballets Rusos (Década de los 1920). Emmanuel Vázquez definitivamente es el protagonista de la historia, entregando una competencia acorde de su calidad de primer bailarín, sólido, técnica e interpretativamente. Escena 3: El duelo, sus musas y América (década de 1930) El trabajo que desarrollan María Dolores Salazar (Ida Rubinstein), Laleska Seidel (Irina Baranova), Katherine Rodríguez (Alicia Markova), María Lovero (Rosella Hightower), es el más brioso y virtuoso, desdichadamente en el día de estreno, Katherine Rodríguez quien realiza una compleja variación, tuvo un tropiezo en los Fouetté, pero gracias a su capacidad técnica y profesional, pudo contener felizmente.
Escena 4: El Gran Ballet del Marqués de Cuevas (década de 1940 y 1950) se muestra como una gran escena, simpática, divertida y dinámica, donde Henry De Carvalho (Marqués de Cueva) ejecuta una genial interpretación. Además de lucir a todo el cuerpo de baile.
Escena 5: Epílogo. El trabajo coreográfico bajo la música del Bolero de Ravel, pieza encargada por la bailarina rusa Ida Rubinstein y coreografiado por Nijinska, es una pieza repetitiva que va en un continuo crescendo, tanto musical como coreográficamente, que lo hace un buen elemento para finalizar la obra, y sobre todo para mostrar a toda la compañía al unísono.
En definitiva, el Ballet de Santiago nos deleitó con un gran estreno mundial.