La rearticulación de la actividad musical cada vez da muestras de una creciente oferta en cantidad y diversidad programática, pudiendo apreciarse una quasi normalidad conforme a los estándares pre-pandemia.
La Orquesta de Cámara de Chile, dependiente del Ministerio de las Culturas, y, por lo tanto, soportada por todos los chilenos… ha tenido una lenta recuperación presencial en comparación a su actividad histórica más lo realizado por otras agrupaciones nacionales, tanto en cantidad de conciertos en Santiago e itinerancia por el país.
Las razones de esta baja presencia deben ponderarse, por una parte, al complejo escenario pandémico, asimismo a una serie de trabas administrativas y logísticas que han impedido, entre varias, a concretar disponer in situ del Director Titular elegido hace más de un año, como la no actuación en su sede del antiguo Teatro California (ex Municipal de Ñuñoa y actualmente bajo la administración del Ministerio de las Culturas), debido a trabajos inconclusos de refacciones.
Desde inicio de año ha habido sólo tres programas, el primero a cargo del suizo Emmanuel Siffert (titular designado) en enero, como del igualmente suizo Nicolás Rauss en marzo, y últimamente en Semana Santa junto al director chileno Julio Doggenweiler, habiéndose presenciado los de enero y abril.
Con obras ad-hoc al espíritu de Semana Santa, el programa a cargo de Julio Doggenweiller (visto en la Parroquia Santa Elena de Las Condes) reflejó un magnífico trabajo musical de este maestro chileno radicado hace décadas en Alemania, dando cuenta de completo oficio y solidez formativa.
Se dio inicio con el Preludio y Fuga en do menor KV 546 de W.A. Mozart, correspondiente a una pieza para cuerdas basada en su sección fugada a una transcripción hecha por el mismo Mozart de la Fuga para dos pianos KV 426, compuesta cinco años antes. Obra de plena madurez y de misterioso carácter, denota un acabado oficio del manejo contrapuntístico inscrito en la más excelsa tradición bachiana. Magnífico enfoque de Doggenweiler en carácter y discurso global, obteniendo buen ajuste de la sección cuerdas de los camaristas chilenos.
Luego, una importante versión de la Cantata “Ich habe genung” (ya tengo suficiente…) BWV 82 de J.S. Bach, sin duda una de las más hermosas cantatas compuestas por el genio de Leipzig. Originalmente confiada a un bajo y en sus secciones extremas con una importante participación solística de un oboe-obbligato, posteriormente Bach la adaptó para soprano y flauta. Escrita para la festividad de la Purificación de María, está basada en el episodio evangélico de la Presentación del Niño al Templo, siendo el espíritu reinante una profunda esperanza y gozo en el más allá de la vida terrenal, reflejado en los textos del Libro de Malaquías y del Evangelio de San Lucas, este último proveyendo el cántico Nunc Dimittis (Cántico de Simeón), como parte de los textos de la obra.
Se contó con una destacada participación de Javier Weibel, reconocido barítono nacional, quien transmitió con entera comprensión el sentido global de la obra, brindando certeros contrastes y matices conforme el carácter del texto, y en total conjunción a la concepción de la batuta. Magnífico y artesanado trabajo en texturas, dinámicas y transparencias (gran respuesta de las cuerdas, con aterciopelada sonoridad). Y magnífica labor solística del oboísta Jorge Galán en sus expuestos requerimientos en la primera y última aria.
Finalizó el programa con una idiomática versión de la Sinfonía N° 8 “Inconclusa” de F. Schubert, obra en sí compleja y de misterioso espíritu. Y si bien se suele asimilar un programa de Semana Santa a obras sacras, en esta oportunidad dos tercios no lo fueron, aunque sí en perfecto espíritu al sentido de la muerte y la trascendencia. En este contexto, la Inconclusa es un presagio a la muerte del compositor y, sonoramente, una conexión indisoluble hacia recónditas dimensiones…
Magnífica lectura del maestro Doggenweiler, logrando captar, sin tropiezos, su esencia discursiva. Muy buen trabajo en equilibrio sonoro, considerando que el requerimiento de tres trombones inevitablemente demanda una cantidad de cuerdas no disponible en la Orquesta de Cámara de Chile, de conformación clásica. Empática adopción de tempi, magníficos fraseos y ductilidad sonora.
En suma, una sólida presentación de una de las principales orquestas nacionales en un contexto de progresivo retorno a las actividades con presencia de público.