Música
20 de Febrero, 2020

Othmar Maga: la partida de un grande

Por Jaime Torres Gómez

El pasado 28 de enero falleció el maestro Othmar Mága, relevante director de la segunda mitad del siglo XX y parte del XXI. 

Quien suscribe estas líneas tuvo la fortuna de tener una cercanía profesional con el maestro por espacio de varios años, surgida ante una profunda admiración artística por décadas, y en el tiempo devenida en amistad. Así, por un imperativo ético, fue menester optar por una natural abstención de referencias críticas, no obstante ahora, tras la coyuntura de su partida, sentir una genuina necesidad de compartir la experiencia de haber conocido a una figura clave que abriera renovadas perspectivas estéticas en lo musical.

Nacido el 30 de junio de 1929 en Brno, de padre checo y madre húngara, a muy temprana edad, por circunstancias políticas, junto a su familia se radicó en Alemania. Dio sus primeros pasos musicales con el violín, derivando muy joven hacia la dirección de orquesta, y formándose junto a relevantes maestros como Paul van Kempen, Ferdinand Leitner y Sergiu Celibidache, este último fundamental en aspectos técnicos y estéticos.

Con una larga carrera de maestro titular en diversas orquestas, comenzó como director musical de la Sinfónica de Goettingen por espacio de cinco años, luego en la Sinfónica de Nüremberg donde realizó una importante labor de grabaciones comerciales, varias de ellas referenciales. Posteriormente, una larga vinculación con la prestigiosa Sinfónica de Bochum, para luego hacerse cargo de otras orquestas como la Sinfónica de Odense en Dinamarca, I Pomeriggi Musicali en Milan más una fructífera relación con la Sinfónica de la KBS en Seoul, además de otras agrupaciones como Principal Director Invitado. Y paralelamente trabajó como director huésped en todos los continentes.

Con un impresionante repertorio de más de 2.000 obras -desde los barrocos a los contemporáneos-, buena parte del mismo pudo dirigirlo, denotando una irredargüible autoridad de cátedra en lo estilístico, reforzada por una acabada técnica de dirección. No obstante la amplia variedad de épocas y estilos abarcados, sus “platos fuertes” fueron los compositores germanos, siendo autoridad indiscutida en Beethoven, Brahms, Mendelssohn, Bruckner, Richard Strauss, Mahler, Schönberg, Alban Berg y Anton Webern, sin excluir a los franceses, italianos y otros.

La profundidad de sus lecturas dio cuenta de gran valor agregado -de honda asimilación estética-, confluyendo en ellas una amplia gama de áreas del saber, brindando así interpretaciones de gravitante peso específico. Impresionante su dominio de la globalidad, signado en versiones sin sinuosidades y de irrefrenable audición. Su completa autoridad interpretativa se plasmó en un admirable manejo de las fluctuaciones armónicas como de una completa síntesis de emotividad e intelecto, amén de un soberbio control de las intensidades, planos sonoros, acentos y empática adopción de tempi.    

De sus atributos personales, reconocida fue su integridad moral, rigor profesional y bonhomía, refrendado por el conocimiento del suscrito y muchos otros testimonios. De hecho, una buena cantidad de distinguidos colegas directores han dado cuenta de su total respeto.

La relación del maestro Mága con Chile y Sud América no dejó de ser extraña… Tras un deslumbrante debut en 1982 con la Sinfónica Nacional en varios programas, entre ellos con obras del calibre de Pelléas y Mellisande de Schönberg (estreno en el país), la Sinfonía en si bemol de Chausson, la Sinfonietta de Janacek, etc., no pudo concretar una re-invitación al año siguiente debido a la crisis económica de entonces, debiendo transcurrir hasta el año 2000 que la misma Sinfónica lo invitara, aunque una vez anunciado -y también por circunstancias económicas- se le canceló la invitación… Posteriormente hubo una posibilidad real de invitarlo, no pudiendo concretarse. Sin embargo, el maestro siempre mantuvo la ilusión de regresar a Chile y a Sud América, pudiendo venir últimamente sólo a la Filarmónica de Buenos Aires en el Teatro Colón (año 2000) y a Rio de Janeiro con la Sinfónica Petrobras (2008). 

Sobre el concierto en Río de Janeiro, es pertinente compartir la profunda experiencia vivida. La repercusión del trabajo de Mága (donde pudo asistirse a casi todos los ensayos) se tradujo en versiones de rotundo impacto, al umbral del paroxismo… Aún se recuerda la imposibilidad del suscrito en levantarse del asiento del palco por espacio de casi diez minutos en estado de completa perplejidad y emotividad tras una desgarradora versión de Muerte y Transfiguración de R. Strauss… sin duda una experiencia única e irrepetible, y con visos de antología. La correspondencia del público y los músicos fue unánime, premiando al maestro con interminables (y muy merecidos) aplausos. De hecho, esa presentación tuvo el reconocimiento de la crítica especializada distinguiéndolo como uno de los conciertos más relevantes del año.

En suma, la partida de un referente en la dirección de orquesta, y de una honestidad artística y moral digna de toda admiración…