La normalización de los espectáculos hoy en día está al ciento por ciento del nivel pre-pandemia, no obstante al albur y consecuente adecuación a las variabilidades propias de las medidas sanitarias pertinentes, en el entendido -aunque cueste aceptarlo-, que la pandemia en sí no ha acabado…
Dentro de este contexto, las agrupaciones musicales están con una casi completa recuperación de sus estándares cualitativos históricos, aunque aún con ciertas falencias de productividad…, esto dentro de un contexto por retomar las periodicidades históricas de las presentaciones.
La Sinfónica Nacional -la decana orquestal del país- ha tenido una gradual recuperación de su producción histórica, no descuidando su línea editorial tradicional, no obstante, aún, en cierta deuda con la música de los compositores chilenos. Y en otro orden, si bien últimamente se ha visto una recuperación de la productividad general, especialmente al propenderse a una mayor repetición de los programas, todavía se requiere (y se “clama”…) una necesaria diversificación hacia lo territorial…
Así, a lo largo del último semestre, la programación de la decana tuvo continuidad fundamentalmente en Santiago. A la vez, referirse a cada una de las presentaciones (felizmente fue posible asistir al ciento por ciento) daría pie a un lato (esperándose no “latoso”) relato…, ofreciéndose un sumario de las más relevantes presentaciones.
Principalmente dirigida por su excelente maestro titular (Rodolfo Saglimbeni), contempló algunos directores invitados, como en el caso de agosto con un deslumbrante concierto dirigido por el prestigioso maestro chileno Francisco Rettig, sin duda una de las más importantes batutas latinoamericanas.
Contemplando el formidable Preludio N° 2 del compositor nacional Alfonso Leng, pieza largamente ausente en la Sinfónica, tuvo una notable entrega en todo orden. Luego, una deslumbrante versión las Danzas Sacras y Profanas de C. Debussy, fungiendo de solista la destacada arpista María Chiossi, quien dio lección de completo idiomatismo y pulcritud técnica, más una dirección de Rettig a niveles superiores. Finalizó con una versión de visos antológicos de la Primera Sinfonía de J. Brahms, obra antes presenciada al maestro Rettig. Notable la profundidad conceptual y libertad interpretativa dentro de los cánones de irrestricto respeto a la partitura. Un triunfo artístico inapelable…
Por otro lado, interesante destacar los dos programas a cargo del emergente director nacional Pablo Carrasco. El primero, con excelente resultado, contempló una inteligente selección de música de películas, incluyendo una notable versión del Aprendiz del Hechicero de Paul Dukas, completamente ad-hoc a la lógica programática. Con un lleno total (a la sazón, la presentación más copada de público en pandemia), dio cuenta de un adecuado criterio de ampliarse a audiencias menos habituales a conciertos de música clásica.
El segundo programa a cargo de Pablo Carrasco se dio en el Teatro Municipal de Las Condes (dos funciones), y enmarcado dentro del exitoso convenio con dicho espacio. Se trató de un programa en extremo tradicional, con el Concierto N° 1 para Violín de N. Paganini más la Sinfonía N° 4 “Italiana” de F. Medelssohn, habiéndose deseado incluir alguna obra chilena de corta duración al inicio.
Relevante fue contar con el regreso del destacado violinista ruso Alexander Markov como solista, máxime al tratarse de una autoridad mundialmente reconocida en Paganini, y no defraudando en esta nueva visita a la Sinfónica. Si bien a ratos hubo algunas inexactitudes de pulso en la batuta, de ninguna manera afectó la globalidad de la entrega. Y antes, como primera obra, una formidable entrega de la Italiana, con muy buena calidad de sonido, excelentes balances, diferenciaciones de planos sonoros y matices, más una inteligente adopción de tempi. Quizás, en el segundo movimiento, faltó un mayor halo de misticidad, conforme al requerimiento de carácter en ese segmento.
Sobre el resto de los programas de la decana entre agosto y diciembre, deslumbrantes fueron los resultados de su maestro titular, Rodolfo Saglimbeni, quien con justicia fue distinguido por el Círculo de Críticos de Arte de Chile por todas sus presentaciones del año 2022.
El primero consulto un interesante estreno en Chile de “Vigilia”, del compositor venezolano Juan Bautista Plaza (escrita en 1938), obra de magnífica factura orquestal y de marcado espíritu neorromántico, y no obstante su cautivante vena melódica, quizás su duración cercana a los 20 minutos se torna algo excesiva. Posteriormente, una versión de antología de Sheherezade de N. Rimsky Korsakov. Pletórica de idiomatismo, Saglimbeni extrajo lo mejor de sus músicos en todo orden, con importantes logros solísticos y de conjunto (espectacular desempeño en los solos de violín a cargo del concertino de turno, Fabián Cáceres, asimismo notables las intervenciones de la destacada arpista solista, María Chiossi, como los solos del fagot y corno). Sin duda, una de las versiones más impactantes en décadas de Sheherezade...
Posteriormente, un programa latinoamericano del máximo interés, con la Suite “Al Sur del Mundo” del connotado compositor chileno Guillermo Rifo, recientemente fallecido, junto a “La Noche de los Mayas” de Silvestre Revueltas. De acabado oficio composicional, la obra de Rifo explota al máximo las posibilidades tímbricas y colorísticas de toda la paleta orquestal, todo dentro de una atmósfera al más puro Raautavara… Deslumbrante resultado de los sinfónicos junto a su maestro titular. Lo mismo en Revueltas con La Noche…, largamente ausente, en una versión de completo idiomatismo y obteniendo una adherente respuesta de toda la orquesta (formidable el contingente extra de percusiones).
A la semana siguiente, un programa largamente esperado junto a la decana del piano en Chile, la maestra Edith Fischer (1935), con el Cuarto Concierto para Piano de Beethoven, más la Sinfonía N° 5 de D. Schostakovitch, Con un descollante desempeño musical, la maestra Fischer (premio del Círculo de Críticos de Arte de Chile 2022) demostró nuevamente su solvencia artística y acabado oficio para sortear cualquier singularidad de ejecución, y a la vez, de absoluta colaboración el acompañamiento de Saglimbeni junto a los decanos sinfónicos. Y con una versión también digna de antología de la Quinta de Schostakovitch, dando triunfalmente término a este relevante programa sinfónico. Grandes logros en todo orden, dando cuenta de una orquesta en plenitud de forma más un liderazgo artístico de inapelable autoridad.
Y de regreso al Teatro Municipal de Las Condes (nuevamente con dos funciones), se contempló una interesante Gala Wagner. Con una batería de oberturas, preludios y coros de óperas wagnerianas, constituyó un retorno más pleno del Coro Sinfónico de la Universidad de Chile junto a la Sinfónica (poco antes había intervenido en La Canción del Destino de Brahms). Y debe consignarse del referente inmediatamente pre-pandemia de haberse ofrecido una gala similar (Teatro Caupolicán, enero 2020), sólo que en esta oportunidad hubo menos música que entonces, aunque igualmente con un excelente resultado global liderado por el maestro Saglimbeni.
Y terminando el año, Saglimbeni lideró una serie de presentaciones de la Novena Sinfonía de Beethoven, también con deslumbrantes resultados. Cabe señalar la alta convocatoria de la presentación al aire libre en el Parque Araucano, asimismo casi todas la funciones llenas en el Teatro de la Universidad de Chile más un lleno total en la presentación en la magnífica Aula Magna de la Universidad Santa María de Valparaíso (muy encomiable haberse trasladado a la Región de Valparaíso, en especial a la USM, sin duda la sala de mejor acústica en Chile). Autorizada lectura de Saglimbeni (notable el enfoque de la coda del último movimiento, con menos prosopopeya de lo habitual y de inusitado arranque…) más un buen cuarteto de solistas (gran labor de Patricio Sabaté como barítono, de completo empoderamiento) y del Coro Sinfónico de la Universidad de Chile sólidamente preparado por su director, Juan Pablo Villarroel.
En suma, la recuperación en pandemia del nivel cualitativo histórico de la decana sinfónica chilena es una realidad, esperándose para el presente año mayores pasos de una mayor diversificación de sus presentaciones en Santiago y regiones, más un incremento de repertorios menos frecuentados.