Luego de una importante gira a Europa junto a Maximiano Valdés, su actual titular, la Sinfónica Nacional Juvenil retoma la actividad local, presentándose el 29 de septiembre pasado en la magnífica sala CA 660 de Corpartes, como parte del ciclo anual en dicho espacio.
Es menester destacar que Corpartes tenga incorporado dentro de sus temporadas de conciertos un ciclo reservado para esta agrupación, no obstante se vuelve a instar que dicho espacio sea más extendido a más orquestas y agrupaciones nacionales, dada su excelente acústica, de las mejores de Santiago junto al Aula Magna de la USACH y el Teatro Municipal de Ñuñoa.
Con un acertado criterio programático, se contemplaron obras de Alfonso Letelier, Felix Mendelssohn y Paul Hindemith, todas de innegables exigencias globales y sin duda pruebas de fuego en elementos técnicos y de maduración musical. Así, la perspectiva con la que se apreció el resultado, a priori respondió a una ponderación formativa para los jóvenes músicos, expectativa con creces sobrepasada ante la excelencia de los resultados producto del sistemático trabajo por años, y consolidado ahora con la solvencia y experiencia de Maximiano Valdés como titular desde hace un año.
Del emblemático compositor nacional Alfonso Letelier (1912-1994), se ofreció una magnífica versión de “Los Vitrales de la Anunciación”, pieza señera de la literatura musical del país. Siendo una obra de juventud, ya se muestra la fina sensibilidad de Letelier ante temáticas que le fueron afines, como sus creaciones de música religiosa y coral muy influenciada por el canto gregoriano (seguramente por su acendrado catolicismo), amén de su comprometida inquietud por temáticas científicas plasmadas en notables composiciones como “Los Preludios Vegetales” y “El Hombre ante la Ciencia”, asimismo existenciales, como en sus magistrales “Sonetos de la Muerte” (con los interpelantes textos de Gabriela Mistral).
Los Vitrales..., de inspiración medioevo-renacentista, surgió como música incidental de la obra “La Anunciación de María” de Paul Claudel, para luego darle un orgánico de Cantata, tal como hoy se la conoce. Con directas citas del canto gregoriano (con textos del Angelus) más diversos villancicos, le imprimen profunda riqueza de contenido. Excelente labor de Maximiano Valdés y sus jóvenes músicos, con magníficas texturas y ensamble. Asimismo, solvente la participación solística de Virginia Barrios, de vocalidad y hermosura de timbre ideal para la obra (soprano lírica), de pleno entendimiento del texto y en perfecto ajuste al tejido instrumental y al grupo coral femenino, este último excelentemente preparado por Paula Torres.
Como segunda obra, una idiomática versión del siempre bienvenido Concierto para Violín (Nº 2) de Mendelssohn, fungiendo como solista Manuel Leiva, concertino de la agrupación. Este concierto, de innegable magistralidad, demanda un fuerte reto técnico y musical, ante su desnuda exposición tanto para el solista como para la orquesta. Y la versión presenciada justamente acertó en una naturalidad expositiva que le es muy afín, obteniéndose certeros logros en proyección y hermosura de sonido, asimismo con una inobjetable visión del todo, inteligentes matices y completo ajuste con la alada batuta, que a su vez obtuvo debida cohesión de los músicos.
Finalmente, una deslumbrante versión de la Sinfonía “Mathis der Maler” (Matías el Pintor) de Paul Hindemith. Basada en temas de la ópera del mismo nombre que trata de la vida del pintor renacentista alemán Matthias Grünewald, sus tres movimientos están inspirados en tablas del famoso Retablo de Isenheim, la obra más emblemática de Grünewald.
Así, la relación de esta sinfonía con la pintura que la inspira es indisoluble, logrando “pintar musicalmente” de manera genial las tres temáticas extraídas del retablo, como el “Concierto de los Ángeles” (primer movimiento), “Sepultura” y la “Tentación de San Antonio” (segundo y tercer movimiento, respectivamente). Además posee acabado oficio compositivo y con un directo guiño a Bach en el tratamiento del contrapunto (principalmente hacia la última sección del tercer movimiento, de genial alboroto ante la demoníaca tentación a San Antonio). Sin duda, se trata de una obra de fuertes requerimientos en precisión de ensamble y claridad expositiva, siendo todo un desafío para cualquier orquesta.
Gran versión de Maximiano Valdés -con elocuencia de relato-, quien extrajo lo mejor de los jóvenes músicos nacionales y con excepcional resultado. Magnífico manejo en la claridad de voces instrumentales, balances y texturas.
En suma, un concierto triunfal y una definitiva consolidación del excelente nivel de la Sinfónica Nacional Juvenil de Chile.