La grave crisis financiera del Teatro Municipal de Santiago de ninguna manera constituye algo nuevo, al contextualizarse dentro de una sucesión de ciclos defectuosos por décadas.
Lo anterior es reflejo de múltiples factores coyunturales, de los cuales se han esgrimido una serie de causas que, a la postre, son justificaciones cortoplacistas y punto de ignición a lo devenido (aumento explosivo en tres años de los pasivos del Teatro, no ajustándose oportunamente a la realidad financiera del mismo) ni menos direccionándose hacia soluciones de fondo a mediano y largo plazo respecto a qué tipo de espacio es factible concebir con debido realismo.
El Municipal de Santiago, en esencia, es una factoría artística, es decir, un espacio donde se genera la producción integral de espectáculos asociados a las artes musicales doctascon sus derivados naturales, ofreciendo (y “fabricando”) la presentación de óperas, ballets y conciertos. Por décadas sus cuerpos estables han sido la Filarmónica de Santiago, el Ballet de Santiago y el Coro Profesional del Teatro, asimismo un importante equipo escenotécnico (talleres de vestuario, sastrería, iluminación, construcción, escultura, pintura, etc) más una planta administrativa no menor.
Cabe recordar que la actual estructura de cuerpos estables (orquesta, ballet y coro) data desde 1981, al ser vinculados a la Corporación Cultural de Santiago como gestionadora de la actividad del Teatro Municipal. Antes, como instituciones independientes, igualmente tuvieron permanente presencia en el Municipal, este último bajo un concepto de una sala dispensadora de espectáculos en vez de una factoría artística per se. Así, gradualmente, fueron incorporándose al municipio santiaguino hasta llegar a ser plantas estables de la misma Corporación Cultural presidida por el alcalde de la ciudad, y, por lo tanto, trabajadores de la misma.
Como sólida factoría artística, se ha cultivado un perfil de indiscutida excelencia de los cuerpos estables, contando en general con una parrilla programática amplia y convocando a sólidos artistas nacionales e internacionales. Esto ha sentado precedente de un competitivo nivel de producción con estándares internacionales, traducido consecuentemente en una solvente escuela para artistas nacionales.
Sin embargo, la manutención de un espacio de estas características no deja de ser gravitante, e ineludiblemente cabe cuestionarse la debida correspondencia de su sostenibilidad en el tiempo, es decir, dada la envergadura del proyecto artístico asociado (el más costoso del país) y las pautas del consumo cultural de hoy, es menester reevaluar cómo concebir su factibilidad sin perder la esencia de lo que siempre ha sido el Teatro Municipal de Santiago desde su fundación.
Consecuentemente, ante esta profunda crisis financiera (la más aguda de su historia), demanda una solución definitiva, donde deban equilibrarse con realismo los ingresos en su conjunto (abonados, recaudación de boletería más auspicios y subvenciones) con los costosde la pesada estructura administrativa del teatro (incluyendo sus cuerpos estables), propendiendo a una racionalización con un criterio que salvaguarde, ante todo, la calidad artística. De hecho, no se vislumbra un real efecto de las recientes desvinculaciones en distintos niveles (estándose a la expectativa de lo que pueda ocurrir a fin de año) al persistir a futuro en costosas producciones, donde la liberación de costos fijos (desvinculaciones) a la postre se traspase al ítem variable, incurriendo nuevamente en un potencial ciclo crítico…
El punto es sincerar la concepción del tipo de teatro que se quiere tener (y que se pueda sostener) a la luz de la realidad actual de las preferencias objetivas del público, accesibilidad y complementariedad natural de nuevos espacios. Al parecer, de perseverar con el actual perfil de producciones, no se vislumbra una virtuosa ecuación que balancee las cifras, con reincidencia inevitable de una nueva crisis con sus desastrosos costos humanos y materiales.
Por lo tanto, urge la pertinencia en propender a una flexibilidad programática -que no sacrifique calidad ni contenido- en pos de las verdaderas preferencias del público con abordables niveles en los costos de producción (cachet de artistas, insumos, horas-hombre, alquileres varios, etc.). Esto, con la pertinencia de dar continuidad a los cuerpos establescomo entidades fundamentales para el desarrollo artístico del Municipal. Caso contrario -con agrupaciones ad-hoc que eventualmente pudieren reemplazar la estabilidad y profesionalidad de los actuales cuerpos artísticos-, conllevaría a un potencial riesgo de variabilidad en la calidad global…
Así, como razonable vía para enfrentar la actual crisis, es pertinente discurrir en no programar con criterios elitistas producto de caprichosos gustos específicos de los programadores, finalmente devenidos en déficits económicos… axioma fundamental frente a una restricción coyuntural de recursos. Por cierto, en momentos de holguras, es lógico ampliar el espectro programático como parte ineludible a un rol fomentador de la cultura hacia toda la sociedad.
En suma, la actual crisis del Teatro Municipal de Santiago debiera constituir una inmejorable oportunidad de cambios profundos de paradigmas -devenidos hoy hacia una potencial inviabilidad económica del mismo-, urgiéndose encontrar un debido balance que no sacrifique su esencia de factoría artística.