Música
03 de Septiembre, 2024

Triunfal estreno mahleriano

Por Jaime Torres Gómez

Tras la llegada de Emmanuel Siffert como titular de la Orquesta de Cámara de Chile, ha sido elogiado su impulso a la ampliación de repertorio y sus buenos resultados, siendo reconocido por el Círculo de Críticos de Arte de Chile como parte de lo mejor del año 2023.

En este contexto destacable es el Ciclo Mahler recientemente iniciado, con varias de sus sinfonías más otras obras adaptadas a un orgánico camarístico. Y siendo la OCCH una agrupación de conformación clásica (33 integrantes), resulta ideal para abordar una amplia gama de repertorio inexplorado.

Con la Sexta Sinfonía mahleriana -de bestiales exigencias- se inauguró este ciclo, permitiendo proyectar el potencial artístico de la OCCH más la solvencia de su actual maestro titular. A la vez, se trató de un hito de relevancia al tratarse del estreno latinoamericano de la versión reducida a 37 músicos, realizada por el pianista y director alemán Klaus Simon, quien ha emprendido la adaptación de buena parte de las obras de Gustav Mahler para orgánicos de cámara.          

Esta Sexta Sinfonía, de alguna forma, constituye un punto de inflexión dentro de la misma producción mahleriana, por cuanto es la más visceral al momento de componerla, respondiendo a una atrapante lógica dialéctica entre sus fuerzas interiores en pugna, traducida en una sonoridad casi revolucionaria de la estética musical de la época, y quizás clave para el expresionismo musical posterior. A la vez, su universo de ideas es de gran riqueza, conteniendo todos los estados anímicos imaginables en función de los no menores conflictos existenciales del compositor, abarcando un espectro debidamente cruzado desde lo amable (los buenos recuerdos de infancia y ante todo la omnipresencia de Alma, el gran amor de Gustav) a lo grotesco, obsesivo y trágico (en megas proporciones). 

Formidable la adaptación de Simon, de escrupuloso idiomatismo, respetando a cabalidad el carácter discursivo interno y su sonoridad subsecuente (acertada inclusión del acordeón y de un teclado, más una impactante explotación de la nutrida batería de instrumentos de percusión).    

Muy lamentable se hayan ofrecido dos de las cuatro presentaciones previstas, debido a los temporales que azotaron la zona central del país. Felizmente fue posible asistir a las desarrolladas en Santiago (iglesias San Vicente Ferrer -Los Domínicos- y La Anunciación -Providencia-), demandándose sean prontamente ofrecidas las pendientes del Teatro California (sede de la OCCH) y especialmente la del Aula Magna de la Universidad F. Santa María en Valparaíso, de privilegiadas condiciones acústicas.

Gran cometido de Emmanuel Siffert junto a los camaristas nacionales, obteniéndose un rendimiento de jerarquía en todo orden. De absoluto dominio y completa coherencia global, Siffert brindó una lectura de innegable robustez y acabado sentido analítico. Grandes logros en los recurrentes obstinatos liderados por los cellos en el primer movimiento, calibradas transparencias más un celebrado sentido del contraste, hondas respiraciones en los pasajes de mayor lirismo, como punzantes (y empáticas) inflexiones según el requerimiento; asimismo, magníficas transiciones e irrefrenable (y visceral) enfoque del último movimiento, con neurálgico pulso en los temas de la fatalidad y su contrapartida jubilosa, con pleno correlato interno.  Y monolítica colaboración de los músicos nacionales

En suma, una triunfal presentación de la Orquesta de Cámara de Chile junto a su titular en el estreno latinoamericano de una obra fundamental de Gustav Mahler en versión camarística