Desde el 22 al 25 de septiembre, se presentó en el Centro Cultural Matucana 100 la obra de danza contemporánea “Ulises”, del coreógrafo nacional Mauricio Barahona, quien habitó por un largo periodo en la ciudad de Barcelona (España), y hoy, instalado en nuestra región, ha realizado una serie de clases magistrales y trabajos coreográficos a lo largo de nuestro territorio con su compañía Proyecto Experimental / Mauricio Barahona.
La obra es parte de un ciclo de presentaciones de danza contemporánea que nace de la curatoría del área de Artes Escénicas del Centro Cultural Matucana 100, en colaboración con el Festival Paisaje Público, denominado “Lugares Comunes”, que pretende recuperar el diálogo entre las artes y los espacios frecuentes y sociales de la cuidad.
La pieza en esta oportunidad se llama "Ulises", tal como el legendario héroe de la mitología griega, personaje de los dos poemas épicos atribuidos a Homero y responsable de la idea de construir el caballo de Troya, animal sagrado para los troyanos que ingresa a la ciudad siendo recibido por los habitantes de la ciudad, pero en su interior contenía la futura destrucción de ésta. En otras palabras, pretende mostrar lo que no es, guardando en su interno el gran cambio. Sin embargo, la obra presentada, ambiciona manifestar, reflexionar y divulgar su mirada del género y la masculinidad en nuestro tiempo. Haciendo una analogía sobre el mito, las masculinidades no son siempre las que se visualizan bajo el ojo social de la heteronorma.
Asistimos a la función de estreno del 22 de septiembre a las 19:00 horas, que se realizó en la explanada del centro cultural, lugar público y abierto a otras miradas, además, espacio acertado e inteligente como zona de exhibición, pensando que en pleno siglo XXI las miradas sobre las sexualidades y las identidades se han abierto y visibilizado, dejando los lugares ocultos y privados del siglo anterior, donde se veían éstas como enfermedades, anormalidades, indecorosos o no propios de la heteronorma establecida, como ser hombre hecho y derecho, como dirían nuestras abuelas.
La obra comienza con cuatro hombres que caminan sobre la diagonal, de derecha a izquierda, en pares, con una gran cuerda que los enlaza, la que luego se abre en sus extremos, ubicándose extendida en la boca de la escena.
Cuadros de dos, tres y cuatro intérpretes comienzan y van dando pie a la siguiente escena, mostrando diferentes identidades, hasta la última, donde se encuentran todos y danzan formando dos grupos enfrentados.
Existen bellos fraseos coreográficos, una muy buena utilización del espacio y - lo más importante - existe danza… y digo ¡existe!, porque curiosamente en el último tiempo, ha sido más normal ver obras presentadas como danza que son piezas híbridas o performáticas, donde lo sustancial parece ser la invitada y no la protagonista. Sin embargo, si bien la fórmula es buena al correr del tiempo, “Ulises” se torna monótona, repetitiva y algo estancada en la evolución de la obra, y lo peor, desordenada y descoordinada, ya que no logran bailar al unísono y los lifts (levantamiento de un/a bailarín/a por parte de otro/a) se ven un poco pesados.
El elenco está compuesto por 10 intérpretes: Daniel Arce, Alexander Vallejos, Brian Montenegro, Sebastián Mieres, José Ignacio Novoa, Mauricio Pizarro, Kevin Aqueveque, Eduardo Cuadra, Javier Calderón y Javier Campos, de muy distintas capacidades, tanto dancísticas como interpretativas, donde sobresale Javier Calderón, mostrándose seguro en cada uno de sus movimientos y giros.
En lo personal, puedo comentar que conocí el trabajo coreográfico de Barahona en el montaje para el Ballet Nacional Chileno “Promiscuo”, estrenada el 2003, obra de la cual fui parte del elenco, y donde, 19 años después, lamentablemente me sorprendí al no ver algo nuevo sobre escena.
Las obsesiones son propias de los artistas. Dalí o Botero son ejemplos, donde el primero tuvo una continua producción de cuadros surrealistas con escenas de objetos derretidos, relojes, piernas de elefantes o caballos que se alargan como si estuvieran licuadas por el calor, o los cuadros y esculturas del segundo, donde lo recurrente son los personajes y animales regordetes. Sin embargo, es importante que exista una continua evolución artística, en este caso de danza, si bien las temáticas pueden ser las mismas durante el tiempo.