Como parte de las distintas adhesiones a los 250 años del natalicio de Ludwig van Beethoven, el Municipal de Santiago inició esta conmemoración con la Novena Sinfonía “Coral” del genio de Bonn, a cargo de la orquesta titular del decano coliseo artístico, la Filarmónica de Santiago, los Coros Profesional de Santiago junto al Crecer Cantando y solistas, dirigidos por el director residente filarmónico Pedro-Pablo Prudencio.
Cabe señalar que lo programado para este Año Beethoven en el Municipal no es del todo ideal ante el peso de este compositor en la música universal. De hecho, deseable hubiera sido considerar la integral de sus sinfonías más su ópera Fidelio, esta última en décadas ausente en Chile. No obstante ello, igualmente hay varios programas con obras poco ofrecidas, como el Egmont completo y otras.
Resulta curioso haber iniciado esta celebración justamente con la última sinfonía y no como clausura de la efeméride, al ser un término natural de una experienciación de todo un ciclo creativo. En todo caso, dada su alta convocatoria y temática, terminó siendo efectiva su inclusión ahora en enero ante el fuerte contexto-país que se vive, donde un sentimiento de esperanza por alcanzar mayor felicidad, definitivamente tiene íntima correlación con esta magistral composición, en justicia declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco…
Obra de inagotables análisis musicales y, ante todo, reflejo de la compleja personalidad de Beethoven, jamás deja de sorprender y de allí su permanente vigencia. Así, cuando casi estaba todo agotado creativamente hasta la Sinfonía Nº 8, contemplando en todas las anteriores un perfecto orgánico con una frondosa batería de temáticas y sentimientos concluyentes en una genuina alegría, como lo representa la Octava, ahora, en la Novena, simplemente el genio de Bonn quiebra toda línea posible de inspiración, develando un “ir más allá...” y en una perspectiva de reflexiva síntesis de toda una experiencia de vida, dándole innegable individualidad a modo de “recapitulación global”.
La sólida versión firmada por Pedro-Pablo Prudencio confirmó los avances de este joven director, cuya acumulación de experiencia como Director Residente de la Filarmónica, colaborando en casi todas las producciones de ópera, ballet y conciertos, más su solvencia formativa, lo posicionan en ascendente curva.
Del mayor encomio y saliendo de muchas rutinas, Prudencio opta por un vigoroso enfoque con ágiles y precisos tempi al umbral de lo metronómico, aunque de inteligentes libertades, amén de un eficaz trabajo global en texturas, matices, balances, dinámicas y carácter. Quizás, a ratos, hubo un exceso de ímpetu lindante en lo ansiosamente visceral en perjuicio de una mayor claridad expresiva, que de ninguna manera afectó la globalidad, certeramente resuelta. Grandes logros especialmente en los movimientos extremos, asimismo magnífico enfoque en las transiciones y progresiones expresivas, todas con pulso firme y con claridad de ideas.
La respuesta de la Filarmónica, de primer orden en general. Magníficos resultados de la mayor parte de las maderas y la cuerda, muy especialmente la fila de cellos (notable los importantes soli en el cuarto movimiento). Magnífico el cuarteto de voces solistas, encabezados por un deslumbrante Sergio Gallardo (barítono) con una voz plena y de amplio rango dinámico; lo mismo el tenor Pedro Espinoza, con notable limpidez de proyección; asimismo, excelentes intervenciones de la mezzo María Luisa Merino y la soprano Carolina García-Valentín. Los Coros, magníficamente preparados por Jorge Klastornick y Andrés Bahamondes, demostraron nuevamente un irreprochable profesionalismo.
En suma, una Novena de Beethoven en una versión de certero impacto, y que le hizo justicia a otra “maravilla del mundo”…